AGUAS MIL
Decir que
llega el verano me parece osado incluso a estas alturas. Se leen y se escuchan
por doquier los malos augurios en lo que respecta al astro rey y su presencia
entre nosotros este verano. Parece que va a ser el peor verano de los últimos…
no sé cuántos años. No nos dejemos influenciar. Tampoco es tan brillante
deducir que en el noroeste peninsular el sol no será ostentoso. No pasa nada.
Quienes acuden a esta Mariña nuestra no buscan esencialmente eso, aunque vale
que como los premios de la lotería, si toca, bienvenido sea. Y lo bueno de las
cosas que pasan poco es que cuando pasan se disfrutan más, así que un día
completo de sol y playa es aquí un lujo y una motivación genial para no quitarse
la sonrisa de la cara en esas 24 horas de esplendorosa contra-natura norteña.
Aquí nos gusta protestar por todo, si llueve porque no hace calor, y si lo hace
porque hace demasiado, así que aunque se cumplan las peores predicciones,
protestaremos y clamaremos contra el tiempo. Los ascensores seguirán abiertos
al eterno debate del frio o el calor que hace. El resto está siempre ahí y no
da lugar a tales debates. Me refiero a esa costa escarpada y salvaje que vienen
a admirar los turistas, a esa gastronomía de alto nivel con productos de máxima
calidad de tierra y mar. Me refiero también a esa calma y paz difíciles de
encontrar en cualquier otro lado que no sea este. Si llueve, ya escampará. Lo
peor que puede pasar es que todo se quede verde por más tiempo. Mal menor, sin
duda. Como si las nubes y las lluvias fueran a espantar a los incondicionales
de estas tierras… No lo creo. Lo que espanta es lo de siempre, ya saben, la
escasez de euros y sobre todo de formas de conseguirlos. Lo que espanta cada
día más es la apatía de los políticos, más preocupados de estadísticas
europeístas que de buscar soluciones a la mayor crisis con que se ha encontrado
este país. La meteorología es secundaria, igual que el caso Urdangarín, el
Barcenas o tantos otros. Que no desvíen la atención de lo que de verdad
importa: que no se olviden de que por encima de todo hemos dejado de creer en
ellos.
j.d.
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